Las empresas tienen un objetivo principal orientado a la generación de utilidades, su fin último es ser rentables para así rendir la inversión de sus accionistas, esto se justifica ampliamente en el mundo de los negocios, entendiendo que son el motor de la economía.

Esta cultura orientada a la generación de beneficios económicos, es vista desde la sociedad como empresas depredadoras que están enfocadas 100% en extraer y no en contribuir.

El impacto en el mundo laboral

La tendencia a sobre prometer genera una mayor sensación de frustración, este rechazo creciente en la población es más fuerte en las nuevas generaciones, desde luego los trabajadores de estas empresas no se sienten motivados de trabajar ahí, se produce desinterés, baja del rendimiento, falta de compromiso y muchas veces fugas de talento.

En medio del peak de la pandemia los actuales colaboradores dictaron su veredicto para las empresas que no se supieron adaptar a la nueva realidad del teletrabajo.

En octubre de 2021, según la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos, más de 4.2 millones de norteamericanos habían decidido renunciar a su trabajo. Otro análisis de los efectos de la pandemia en el mundo laboral fue la reducción a un 34% del Employee Engagement en Estados Unidos, es decir, más de la mitad de los colaboradores se encontraban desmotivados o activamente descomprometidos en su lugar de trabajo.

Todo lo anterior, claramente tiene un resultado negativo en la sociedad, creando un efecto colateral llamado crisis de sentido.

El cambio a las Organizaciones Conscientes

Estamos inmersos en un mundo donde debes adaptarte constantemente a los cambios, sin dejar tus metas de lado. En este nuevo escenario, esta adaptación debe ser de manera sostenible, y siempre pensando antes en el impacto que se crea en las personas, su entorno y en el planeta entero.

La incorporación de los millennials en el mundo laboral y ahora los centennials, ha impactado enormemente en cómo los jóvenes talentos buscan tener un trabajo con sentido, muy lejos de la antigua visión de “trabajar para poder vivir”.  

¿Por qué existe este nivel de exigencia para las organizaciones?

La respuesta está en la conectividad, el acceso a internet y la facilidad con la que se puede saber cuáles son las realidades de todo el mundo a través de redes sociales y plataformas que antes no existían. Observar organizaciones más avanzadas culturalmente, evidencia que estas prácticas quedaron obsoletas y que sí se pueden implantar en las organizaciones.

Un lugar de trabajo que otorgue crecimiento, desafíos, experiencias y disfrute, y reconocimiento independientemente del cargo. Las jerarquías ahora se ven como limitaciones, la valoración del talento de la persona y lo que puede aportar a la organización es lo que está en cuestión. Ya no se busca ascender.

Un gran ejemplo de este cambio en la perspectiva del colaborador, es el teletrabajo y su visión de ventajas para su vida como el ahorro en los costes de transporte y movilidad, la propia organización del tiempo, un mejor balance en el tiempo trabajo versus familia, flexibilidad de horario laboral, la posibilidad de trabajar y al mismo tiempo poder cuidar de personas como bebés o personas con discapacidad a su cargo.

Sin embargo estos beneficios se contraponen a los esfuerzos iniciales que deben realizar las organizaciones, como replantearse una serie de dinámicas para poder facilitar la ejecución de todas las actividades que realizaba el colaborador en su lugar de trabajo, ahora en casa.

El desafío más importante es despertar

El cambio de paradigma ha invitado al nacimiento de nuevas organizaciones, más conscientes, donde las personas y los valores engrandecen al espíritu humano.

Los grandes talentos ya no se conforman con un sueldo, sino que dentro de esta ecuación esperan que la organización sea capaz de darle espacio para contribuir, ser parte de un propósito hacia dónde avanzar, dando sentido a su tiempo en ese lugar de trabajo.

Esto sucede porque se otorga mayor valor a su tiempo libre y creativo. Así como las organizaciones tienen la posibilidad de contratar y despedir a sus colaboradores, los colaboradores tienen la libertad de elegir dónde y por cuánto tiempo estarán en una organización. Los jóvenes talentos tienen más oportunidades en un mundo interconectado, fácilmente se puede sacar una VISA, terminar sirviendo café en Londres y aún así teniendo un crecimiento personal y laboral donde se aprende del negocio en otro mercado, se disfruta el paisaje, cultura y tantos otros aspectos que antes no se apreciaban.

El disfrute es inmediato, ya no se proyecta la compra de una vivienda, la estadía en solo un país, menos aún en un lugar de trabajo que no responde a las necesidades del momento para su crecimiento.

Palabra clave: colaboración

Hay un pilar que une y da sentido a esta perspectiva, la colaboración. Aquí es donde las personas crecen, en la interacción con otros se crea una apertura mental y de corazón, donde se abre un espacio para crear nuevos productos, servicios, nuevas formas de hacer las cosas, proyectos, etc.

En estos espacios creativos las personas se sienten vistas, consideradas y por tanto valoradas. La confianza al interior de las organizaciones es la clave de la valoración, el termómetro que indica cómo está funcionando tu proyecto, si efectivamente estás moviendo a tus talentos hacia un propósito en común.

Todo esto no es más que una invitación clara a la revolución de las organizaciones a volverse conscientes, donde se reconozca que no podemos ser menos que nuestra mejor versión. No sumarse a esta revolución es renunciar a subir el estándar, despedirse del bienestar organizacional y aceptar la merma de las utilidades de la empresa. Entonces la pregunta es, ¿te unes?

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